UMBRAL TEATRO 25 AÑOS
Desde hace años tenía la deuda de ver la producción de un grupo de teatro que conocí hace 20 años, donde brillaba la dramaturgia de una colombiana seria y rara, de nombre Carolina Vivas con quien coincidiamos en los mismos entornos y curiosamente nos caimos bien desde nuestras rarezas. Con los dos primeros espectáculos que vi, observé que su teatro tenía una claridad poética que, en mi opinión, sobresalía en su generación; junto a ella, un hombre incisivo, receloso, quisquilloso, mirón, Ignacio Rodríguez, que construía como relojero, aparte de ser tambien él un creador y director gustoso, los mecanismos sonoros y los dibujos milimétricos, que afinaban el ritmo y la teatralidad de esa propuesta extraña y hablante . Porque eso es lo que tiene el teatro de Umbral, que todo te habla, los personajes, las imágenes, las memorias producen en el espectador la sensación de ser convocado y hablado, de ser tocado por unas miradas y unas actuaciones ya muy logradas en la generacion madura, pero tambien encaminadas por los jovenes actores, que proponen una manera de contar desde la casi quietud emocional, las fotos de instantes, el discurso de una vida dura y dolorosa, de una vida injusta y cruenta, de unas víctimas endurecidas por la apatía que- sean ejecutores o ejecutados- se hunden en el pantano de la repetición; los actores en esta propuesta buscan una variedad emocional muy curiosa, como si lograran en fotos emocionales el resumen de una historia que solo como espectadores, presumimos, llenamos de color y movimiento, gracias a su inspiracion, a su consciencia del gesto.
Es un teatro preso en la memoria, los personajes pasan de la realidad a la memoria sin ningún cambio significativo; vienen de atrás como los sueños y de repente desaparecen en el presente; los sitios forman parte de ese universo donde lo claro y lo oscuro se tejen, donde el miedo acecha y es el único patrón del movimiento de la vida que entonces se convierte en un ir y venir de la pesadilla.
Lo tremendo de la dramaturgia en Umbral es que se evidencia el armazón, se dibuja el asalto de la trampa y ésta no cesa: es un condenado a traición que mira atrás a su traidor, aun preguntándole por la humanidad que lo habita. Pero la maquinaria es atroz y no se pregunta nada, solo opera. Eso es lo que canta este teatro, el canto de los rastros de humanidad que habitan en el horror y aun miran hacia atrás, apelan una decisión, un movimiento, una intención de detener la catastrofe.
Es un teatro preso en la memoria, los personajes pasan de la realidad a la memoria sin ningún cambio significativo; vienen de atrás como los sueños y de repente desaparecen en el presente; los sitios forman parte de ese universo donde lo claro y lo oscuro se tejen, donde el miedo acecha y es el único patrón del movimiento de la vida que entonces se convierte en un ir y venir de la pesadilla.
Lo tremendo de la dramaturgia en Umbral es que se evidencia el armazón, se dibuja el asalto de la trampa y ésta no cesa: es un condenado a traición que mira atrás a su traidor, aun preguntándole por la humanidad que lo habita. Pero la maquinaria es atroz y no se pregunta nada, solo opera. Eso es lo que canta este teatro, el canto de los rastros de humanidad que habitan en el horror y aun miran hacia atrás, apelan una decisión, un movimiento, una intención de detener la catastrofe.
No, no es un teatro resignado o pesimista, es un teatro incapaz de creer en el horror que tiene que contar, un teatro que se cuenta, con una ventana abierta a la reaccion, es provocador, inquietante, te incomoda, te alerta, es una manera muy bien lograda de estar vivos y palpitantes en la escena. Feliz cumpleaños Umbral, que sean muchísimos mas años caminando y viendo, descubriendo las imágenes y poesía aun en los territorios emocionales ásperos y penosos que nos toca vivir.
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