LA PRESA


Merece ser llamada así, porque tiene carne dura o blanda que nos calienta la boca. Debe estar enterada de su condición pero con la sensación de que tiene el sartén por el mango, su pricipal sensación tiene que ser la de derecho, debe sentirse libre casi como el viento. Con la voluntad ligera y el ojo avisor, la hacemos creer que estamos indefensos, que probamos las destrezas sólo como entrenamiento, que esgrimimos las armas pero no pretendemos usarlas. Que se relaje.
Lo magnífico de esta caza, es que oficiamos de presa y cazador alternadamente ya que cada paso de cualquiera provoca movimientos telúricos y en el lugar del encuentro, la historia, con la convención que proponemos, empieza la danza.
Será entonces que las historias que escojemos, que nos escogen, vienen siendo el campo de batalla de un encuentro? Que somos obsesos cazadores necesitados todos de lugares de fábula para encontrarnos? A ratos me sorprendo tan torpe, tan distante, que me pregunto cosas, y vuelvo a las historias, y vuelvo a los relatos. En busca de lugares de encuentro un poco eso , si...

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