los temores del silencio

en esta ciudad frontera, en esta ciudad paises, en esta ciudad que es un poco todas las ciudades y ninguna, me encuentro con un silencio escurridizo, extraño, lejano y ausente, por un lado está la estridencia general, la estridencia que se riega, que parte del dios television que comanda las reuniones cruelmente, mandonamente, impositivamente, y pos supuesto con tantas mentes y sin ningun cerebro; o la radio que se escucha para silenciar el ruido del aire, de los pájaros, de la soledad, en esta ciudad extraña y lejana donde por primera vez empiezo la cuenta regresiva para el regreso y nunca mejor dicho, y me doy cuenta que viven tantos que han quemado sus naves para llegar acá, me impresiona encontrar un silencio tan temido y tan temeroso. La primera imagen era el temor, el temor de cada uno a escuchar su soledad, el temor de cada uno a encontrarse en el mundo tan solo como la misma soledad, pero luego me ha llegado la imagen de un silencio que se escurre, que se esconde, un silencio arrinconado, buscando una esquinita para estar, un resguardo en cada casa, en cada sitio, un silencio que nos mira con preguntas, con la extraña sensación de no ser bien recibido, y a veces añorado. Y esa cara de pregunta de ese silencio niño que me mira detrás de una silla, asomándose con miedo, que cuestiona el por qué, el qué he hecho, el qué me acusa, y me mira, reservado, silencioso, pateando una piedrita del camino, o una mota de la alfombra, jugueteando solo consigo mismo, suplicando un poco de cariño, de mimos, un poco de cuidado para oirse, cuántos habitantes del silencio me encuentro, recuerdo, agradezco, cuántos pensamientos que se acallan , de solo pensar que por fin ha llegado el reposo. Cuánto temor en el mundo del imperio, cuánta soledad, cuánto abandono, cuánta humanidad arrinconada y cuánto poder para el vacio.

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