TREINTA AÑOS DE CONTAR
TREINTA AÑOS DE CONTAR
En treinta años tal vez se olviden amores,
crezca un niño, se mueran los padres, en treinta años se ganen 30 kilos, luego
se pierdan 20, luego ni importe; en 30 años puede que se acabe la paciencia de contener rabias
infinitas y se gane luz en los ojos cuando ahora no se contiene dentro ninguna cosa que tenga que salir; en
treinta años se explora la vida , los amigos, el arte, los artistas, sus dulzuras, sus amargos, los hoteles, sus
lechos, los vuelos, los públicos, los
colegas, los repertorios, los errores, los
escenarios, los técnicos. ¿Cuándo te llega lo que sabes?, quién es el primero
que te vio, cuándo ocurrió. Consideré que
todos queríamos, que todos podíamos, que lo ideal era pasarse la vida contando
historias; años tardé en darme cuenta
que era yo la que quería, la que tenía el fervor, contar con palabras, misterios y alientos, para provocar las imágenes múltiples, la vida
en movimiento, hay algo de doctor Frankenstein en querer contar la realidad. Trasmitirle
vida, el hilo de la vida, ¡¡ay, ambición, gran ambición!! a una armazón
de hechos que una considera cercanos,
relacionados. En treinta años muchas memorias, muchos teatros, auditorios,
plazas, parques, algún fracaso y por
fortuna más éxitos; días y públicos inolvidables
y olvidados. Treinta años, de oír y ser oída, privilegio por lo menos digno, grato y amoroso, tembloroso, doloroso y melancólico, festivo. Treinta años de ir a la vera, junto a personajes extraordinarios, -escondidos en personas simples, únicas- tratar de contarlos, de ser su testigo, para que tengamos más fuerza en la esperanza.
Este año los celebro. ¿Los celebramos?
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