NO PREFIERO LOS DOMINGOS
los domingos la pereza es colectiva, aceptada, no existe carga de culpas ni deudas, consiste en repetir el premio de una semana vivida o pasada, de una semana por venir, un abandono de las riendas, un despertarse despacito, sin pedidos venidos de fuera de ti, abrigado por el suave abrazo del abandono, del sueño, de la caricia de pestañas. El domingo es lánguido. Si los terremotos tienen horario el domingo llegan tarde, porque el rumor de los habitantes suaviza su golpe,melancoliza el despertar. No prefiero los domingos, porque en la tarde, este acento sin acento, se torna en duda de las alas, en miedo a la finitud, en sospecha; son ineludibles, se agazapan las tardes del domingo y si no sucedieron en su momento, saltan a tu cuello en otra tarde cuando llegas del mundo y te desnudas al entrar.
En la pereza las puertas que conducen al desconsuelo y al silencio se parecen tremendamente, será el aroma de tibieza, que embriaga los sentidos, los fantasmas escondidos que esperan tu descuido, o la cabeza cruel y juguetona que intenta ser la reina, una vez más...
En la pereza las puertas que conducen al desconsuelo y al silencio se parecen tremendamente, será el aroma de tibieza, que embriaga los sentidos, los fantasmas escondidos que esperan tu descuido, o la cabeza cruel y juguetona que intenta ser la reina, una vez más...
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