LA ESPERA

hay fantasmas viviendo en mi casa, se esconden en las esquina de los muebles, se refugian en el suelo del primer piso y se deslizan poco a poco subiendo por la escalera. tienen eso los fantasmas, que pueden colarse a través de las fortalezas más poderosas y ni qué decir a través de una puerta, una ventana o unos ojos que se sienten tristes; pero hay algo que no les gusta y es el frío de los muebles sin personas, quieren subirse en el afecto humano quieren habitar los recovecos del espíritu... mi casa se llena entonces de ese aliento gélido, y la debilidad surge de manera natural, ahí creo que se asientan los duelos, en la debilidad de los procesos, los caminos se hacen pesados, urdimbre espesa, infranqueable. y sabés que los espantarás, que los echarás de la casa de nuevo, como tantas otras veces, pero la fuerza duda, la soledad del cometido que siempre te aboca a vos mismo, penetra como el filo de la luz, como la gota del caudal, y por momentos las tienen todas para ganar, pero tampoco les sirve, porque un espíritu triste siempre se enfría, se hace poco acogedor, será por eso que la nostalgia, esa forma dulce del fantasma, persigue a los alegres? Es la espera una estación de trenes con infinitas rutas, su sitio es múltiple, y coincidimos con compañeros diversos en su lugar. Se espera con alegría como cuando llega un amigo, con inquietud como cuando llega un amor, con temor como cuando llega un mayor, con ternura cuando llega un pequeño, con desespero cuando no sabemos qué va a llegar, la estación permite situarse en todos los ángulos , pero a ratos pretende situar su estado en el sitio donde estás, y los fantasmas que la habitan , alterados, deciden pegarse a vos con la falacia de tu calorcito potente y entonces como un ternero ciego que no sabe caminar, como una jirafa recién nacida a quien ha recibido el mundo con una caída libre de 2 metros de altura, como la calabaza de Serrat, chupás un palito y confiás que la tormenta se disipará en honor por lo menos a tu disposición de esperar...